Entonces, les cuento cómo es Grecia. ¿Por dónde partir? ¿Por sus calles embriagadas de historia y mitología o su gente encantadora y amable en cada rincón? Mi primer destino fue la capital, por supuesto: Atenas. Gloriosa y expectante, majestuosa y algo herida también, me recordó a Chile, por qué no decirlo: sus recovecos, sus grafitis gritando justicia con hambre de lucha estaban por doquier, mas eso no detuvo el amor innato que tienen los griegos por su historia y cultura. Quien diga lo contrario, simplemente miente o jamás ha estado allí. Ellos idolatran sus raíces, sus peticiones son precisamente las más justas de todas y las menos escuchadas. Pero a pesar de ello, no dejan de ser un pueblo ameno con sus turistas, el mayor ingreso económico para la población y lo hacen con gusto, desde el corazón.
Nuestro primer día en la Acrópolis fue hermoso, primaveral y soleado. Mi vestido flameaba a la suerte de los dioses. Yo, al fin pisaba la tierra sagrada que tanto había soñado. Bajamos al Ágora al atardecer y luego a cenar para ver el Partenón iluminado de noche. Pedimos una jarra de vino griego color marrón, brindé por los años que esperé este momento sin pensar que lo viviría entonces, rodeada de gatos, porque sí, Grecia está llena de ellos. Miré a mi novio y brindamos, sentí a Zeus, Hestia, Afrodita, Hades, Hera, Artemisa y a todos allí en ese momento, eran uno solo.
Me embriagué en los adoquines empapados de cultos, oyendo en mi mente los poemas épicos de Homero. Caminamos sin temor, porque a pesar de ser extranjeros, existe algo en la atmósfera que te convierte en uno más de ellos, si te comportas con respeto, claro.
Al día siguiente, nuestro destino era más que especial: visitábamos Delfos, el templo del Dios Apolo. Un bus nos llevaba por lo menos con dos horas de viaje en carretera. Tuvimos suerte de una ruta afable, el tour en distintos idiomas y colinas llenas de historias. Visitamos el museo y luego las ruinas. Por un momento me sentí abrumada, pensando que quizá estaba en el lugar erróneo, ¿no es el templo de Apolo? Pues sí, lo era. El día estaba nublado, a ratos lloviznaba, pero entre las montañas del Parnaso se veía esplendoroso, podía casi imaginar las reuniones atestadas de personas consultando a la pitonisa ante algún augurio, decidiendo el futuro de la gran Atenas, el aroma abrumador a laurel quemado saliendo del templo, profetizando el futuro de tantos…
Me quedé perpleja por varios minutos. Apolo, ¿eres tan grandioso?
Después de visitar el lugar, nos llevaron brevemente al templo más majestuoso, ¿había otro? Sí, el de Atenea Pronaia, es tan sólo una sugerencia para quienes deseen descender del bus, obviamente me apunté de las primeras, y les aseguro que de todos los lugares que he visitado, en él existe una energía poderosa, y ¿cómo no? Si es la gran diosa de todas, prístina y sublime. Allí nos detuvimos por un par de minutos, los que me encargué de extender, a consciencia del malestar de nuestra guía turística que a esas alturas ya estaba exhausta.
Nuestra siguiente parada fue la Isla de Creta, desde Atenas abordamos un Ferry de noche. El viaje tomó ocho horas, el trayecto fue tranquilo a pesar de mis fobias pero bueno, si una es chilena obvio que le tememos a algo, venimos de la Tierra de los terremotos y Tsunamis, siempre esperamos la tragedia mucho más si estamos en la zona del Egeo, pero no, afortunadamente todo fue tranquilo, arribamos en Heraklion, capital de la isla. Nuevamente nos recibía un día soleado, fresco, porque así es Grecia, siempre fiel y grato con quien lo visita. Gracias a mi querida amiga y profesora de historia del arte ( Victoria Jiménez), quien nos instó a hacer este parada, partimos por lo imprescindible en este lugar y eso fue: las murallas venecianas, apreciando el maravilloso color de las aguas de Egeo, quien fuera alguna vez el padre de Teseo, el héroe ¿Sabías por qué lleva este nombre?
Cuando el héroe decidió ir en busca del mítico monstruo Minotauro, se embarcó con velas negras ya que la misión que encarnaría era tan imposible que pocos confiaban en él. Si lograba cumplirla con éxito, debía regresar a Creta con velas blancas anunciando su victoria o, de lo contrario, mantener las velas negras con las que había partido. Como había tenido triunfo gracias a Ariadna, el joven estaba en éxtasis por lo que olvidó cambiar las velas de la victoria. Al acercarse su embarcación a Tierra, su padre: Egeo, quien lo esperaba con ansias, vio con tristeza cómo el barco asomaba con velas negras. Ante ello, asumió el fracaso absoluto de su hijo y sumido en la desesperación se lanzó al mar. Es por ello que éste recibe su nombre, el océano más hermoso que mis ojos hayan visto antes.
Luego de recorrer las calles idílicas de Heraklion, iniciamos la ruta hacia Knossos, donde al fin podría conocer el palacio del Rey Minos.
El trayecto son al menos 25 minutos. Al estar allá, tomamos un tour guiado porque el lugar es enorme: las escalas, ruinas, muchas de ellas, por supuesto restauradas, pero debía existir un orden para partir.
Es increíble observar cómo cada rincón, las habitaciones, y las pinturas intentan luchar contra el paso del tiempo que, sin duda, es brutal, pero allí están, aferrándose al presente queriendo contarlo todo: los delfines, su culto a la tauromaquia, por ende, los cuernos reflejados en gran parte de lo que alguna vez fue el reino de Minos y el hogar del Minotauro.
Nuestra guía, al finalizar el tour, quiso darnos esa explicación tan sensata y realmente histórica que precisamente no le había solicitado, aludiendo a que el mito del Minotauro no era más que una justificación de lo que alguna vez fue un deporte relacionado a domar toros por parte de quienes habitaron el lugar y quisieron darle un sentido más místico a aquello que, en primera instancia, no pudieron comprender. Yo prefiero quedarme con la versión mitológica, aquélla que somos capaces de atribuirle los seres humanos cuando la mente divaga a través de la imaginación una vez que no encuentra respuesta ¿Por qué matar al minotauro nuevamente? Creo que prefiero hacerlo parte de mí, recorrer mi propio laberinto, con ovillos de oro o no, será parte de mi historia, de mi registro, y de todas las batallas que dé durante esta vida, llena de obstáculos y laberintos, pero no exenta de sorpresas que puedan maravillarme como tú lo hiciste, mi Grecia amada.
La aventura terminó pero aún queda mucho por conocer, que esta pandemia no detenga tu capacidad de asombrarte aunque el panorama sea poco alentador a veces, cobíjate en aquello que nos regaló Pandora: La Esperanza.
¿Volveré? No me cabe duda, yo vine a este mundo a dejar huella, y mientras pueda, voy a caminar por las ruinas que me preceden y apasionan, que el pasado sombrío y doloroso valgan la pena, la historia es el mejor registro de quiénes somos, atesorar, relatar y revivir, es la meta.
Acompáñame,
¡¡¡ nos vemos pronto en nueva aventura!!