El Tarot Mítico tiene más de una edición, la primera que vi de él fue el año 2004 en casa de una clienta en Requínoa (lugar de donde provengo), apenas lo vi me enamoré, los dibujos eran alucinantes y desde entonces supe que sería mío.
No fue hasta mi cumpleaños Nº 25 que lo recibí como regalo, recuerdo como si fuera ayer el momento, la ropa que llevaba, que por cierto era casi completamente violeta. Ese año, el 2009 no había sido fácil para mí, había perdido a mi padre, nuevamente de manera fortuita y de la misma forma que hace 10 años atrás perdía a mi mamá, un ataque cardíaco fulminante.
La vida se me volvía a desmoronar cuando creía que al fin lograba sentir un poco de paz, me había emparejado con alguien idóneo a la etapa que atravesaba, estaba estudiando, vivía en Santiago con una de mis mejores amigas y trabajaba part – time para pagar mis estudios, el mundo parecía estar a mi favor hasta que esto me golpeó.
La relación con mi progenitor fue inestable, imperfecta, cercana y tormentosa, pero de un vínculo profundo, no fue fácil estar cerca de él pero tampoco lo fue estar lejos, jamás he idealizado la forma en que miramos a nuestros padres, desde hace mucho tiempo antes dejé de verlos como súper héroes, como buenos mortales cometieron errores, al igual que yo, dejaron huellas hermosas para recordar por siempre y heridas que el tiempo ha ido intentando cerrar.
Durante la pandemia en el 2020 surgió la oportunidad de tomar el curso de “Una Mirada Simbólica a los Mitos Griegos” en la Universidad Católica, dictado por la docente Verónica Barraza, Licenciada en Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Psicología Analítica de la Universidad Adolfo Ibáñez.
A través de ella estudié diversos mitos profundizando en el desarrollo de éstos, pero fue específicamente en la tarea de uno de ellos en que Verónica agudizó cómo yo relacionaba con tanta pasión u obsesión mi amor por este mazo particularmente.
Cabe decir que el Tarot Mítico que recibí el día de mi cumpleaños 25 se descontinuó, y me enfrasqué en una búsqueda exhaustiva por mucho tiempo cuando me percaté, contactando a varias editoriales y librerías, no tan sólo en Chile sino en el extranjero, mas no pude dar con él, caí en una especie de obsesión, sin embargo, apareció una nueva edición, no tan hermosa como la que yo tenía pero me gustó y seguí trabajando con ella tratando de acostumbrarme a las nuevas imágenes respecto a los mitos pero siempre pensando que lograría recuperar la edición inicial.
Una de las últimas clases con Verónica se trató de hacer una meditación guiada para luego dibujar a ojos cerrados lo que primero se nos viniese a la cabeza, sin pensar mucho. Yo me sentía algo nerviosa, mis compañeros/as quizás provenían del mundo de las artes y yo no, pero la idea era fluir sin mirar lo que apareciera en el papel.
Una vez terminado, la profesora nos dio cinco minutos para inventar una historia en pocas palabras, relato que deberíamos comentar personalmente cuando fuera nuestro turno.
Al mirar los garabatos que había plasmado en la hoja de block me fue muy difícil intentar conectar algún tipo de cuento, sin embargo, relaté que eran algunas de mis cartas pasadas con las que tanto me había cegado pero dispuestas por el revés más las cartas de la edición nueva, también por el revés.
Les conté todo este entuerto a mis compañeros/as y a mi profesora con gracia, ya que me parecía casi absurdo perder el tiempo en buscar algo que aparentemente no existía, mencioné el momento exacto en que recibí el mazo por primera vez, especifiqué el año 2010 como referencia, ella , cálida y reflexiva como siempre reparó, ” ¿pero qué pasaba en ese momento de tu vida cuando te entregan este regalo? En ese instante me detuve y me paralicé, no fue el 2010 pensé, fue el 2009, mi mente se devolvió automáticamente a la cocina donde estaba, a la corona que tenía en mi cabeza para la celebración cumpleañera, a las personas que me rodeaban en ese momento, a la polera morada que usaba y a los pantalones violeta, al 13 de noviembre del 2009, el año que se fue mi papá, y lo dije a viva voz pero casi de manera inconsciente, nunca pero nunca en 12 años había hecho esa salvedad.
Verónica sonrió con la dulzura y empatía que había esperado hace tanto, para decirme: “Lo que tú buscas incesantemente no es un mazo de Tarot Mítico, lo que tú buscas es lo que te produjo ese Tarot Mítico al llegar en esa etapa de tu vida”
Quise explotar en llanto pero no lo hice, de algún modo yo me había muerto con mi padre durante un año entero sin darme cuenta y ese mazo me estaba anclando, no era un hijo, ni era un ser vivo, claramente, pero era una oportunidad para querer quedarme. Al fin había algo que me que me instaba a tener un propósito, por más pequeño que éste pareciese y era estudiar de una vez por todas Mitología Griega, ésa que algún día me llevaría a los Templos que tanto había soñado conocer pero que en mi eterna noche no era capaz de ver.
Me dediqué por más de un año a leer, nada más que a eso, desistí de la terapia porque en ese minuto, no estaba lista pero con el tiempo no la desestimé, muy por el contrario.
Hoy, comprendo que no puedo buscar afuera lo que no está adentro.
Gracias, Verónica por ser una maestra amorosa en tu labor, y porque quizás sin saber, tienes el don de abrir los corazones más herméticos.
Una respuesta en “La Búsqueda”
Amé la profundidad y el lenguaje poético de tu relato. Siento que realmente refleja todo lo que ocurrió y sentiste ese año en que recibiste el mazo. Luego, al relatar tu experiencia con tu maestra Verónica, eres capaz de transmitir la sabiduría y dulzura de esa noble profesora.